martes, 29 de diciembre de 2009

el dilema virtual

No basta la racionalidad, entender es relativamente fácil, pero ¿cómo comprender sin habitar, sin oler, sin tocar? ¿Puede el dedo imprimir una lágrima, una sonrisa, megabytes de odio o felicidad a la velocidad de la banda ancha? El signo se borra en el teclado y uno sabe de memoria como localizarlo, pero ¿ha logrado su transmisión? ¿sorprende, interroga, provoca?

¿Cuándo tu rostro se descompone en pixeles y expone su irrealidad, la ausencia de un aliento, la monótona inflexibilidad de un gesto helado? ¿Cuándo te conviertes en spam, en virus, en impulso electrónico y dejas de ser una vida?

¿cómo sentir el estornudo entre pantallas, cómo apantallarse en un pequeño cuadro, cómo desdoblar el holograma de la sonrisa y que sea real? Intensidad mediada; información mediatizada, pero ¿qué es lo que realmente está pasando? un software enquistado en una pantalla de leds . El dedo índice nos actualiza en el anonimato; cada red social es un paso hacia la fuga y la desesperación mutua y no un tejido vivo. Sentimos que sentimos: pena, paz, solidaridad, compromiso; pero ningún byte nos rescata de la distancia y la pena que esa distancia comporta

Habitamos en la letra, no en la palabra; habitamos un mundo binario donde no cabe la polarización, sino el espejismo de la pasión 


La pregunta de la era no es dónde estamos, sino cómo sentimos el extravío. La soledad avanza por el mundo a pasos agigantados; no hay dolor, hay en todo caso, simulación generalizada; he ahí la promesa de lo virtual.

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