miércoles, 13 de enero de 2010

Las horas nos necesitan para forjar lo eterno. El tiempo pasa y se desdice en los dibujos que crea. Saltan del mundo panoramas ansiolíticos, escenas de una parodia senil –de la roca que gira, azul y triste en la noche planetaria. La película comenzó. El sol tiene un rostro de ceguera que enternece mi linterna. Allá lejos la suerte se deshoja y ronca. Más allá, lo imposible en su incógnita. Busco mi delirio en la cárcel digital del ayer. Repaso los tiempos, rememoro. El carrizo retrocede pero se congela. No tiene la virtud del aliento; es un monstruo caricaturizado de mi mismo. Yo pudiera ser un tiempo; de tiempo en tiempo y también en los segundos que retroceden hasta pararse en el mirador de la vida ¿por qué desoigo el canto unísono del misterio? ¿por qué beso la abolladura del destino?