miércoles, 27 de enero de 2010

Sobresaltos...

En el sobresalto cada tejido es un instinto. La idea de desprendimiento se eleva unos centímetros de la tierra. La idea de gravedad cuece el retorno. En el sobresalto nada está impávido. Sobresalto y distensión crean espasmos. El músculo y su masa tensada. El ojo más abierto, como un vórtice. La boca delinea un aro carnoso. Las narices se ponen duras. Hiperventilación total. Cada día se registran millones de sobresaltos. El del pájaro es la ráfaga de viento. Pero ese es un ejemplo alado. La serpiente ve en el resorte una imitación no venenosa. Cosa de mecanismos. El sobresalto no es sorpresa, es mensaje. La vida nos llama a su modo. Va deshilando los tejidos quizá porque la idea, también infame de costura, es una postura indefendible aún para los robles y las rocas. Todo ha de ser sobresaltado. Nada habrá de perdurar esa quietud edénica, endémica del artificio. Estas pues, son palabras de un sobresaltado.