sábado, 16 de abril de 2011

Llegar.

Caminan sin rumbo. El rumbo solo existió a partir del primer extravío. Ellos estaban extraviados y caminaban por una calle recta e interminable. Miraban a los lados y lo mirado les regresaba la mirada. Una correspondencia secreta surge entre la soledad y lo solitarios cuando van de la mano buscando una salida. "La ruta es simple, seguimos derecho a ver a dónde nos lleva esto", dijo uno de ellos. Así anduvieron días en aquella ciudad abandonada que tenía la esencia de un desierto humano. Ninguno de los dos quería detenerse. Estaban determinados a llegar hasta el imposible final de una avenida que nacía de su pecho y que ahí debía terminar. Caminar, ir con prisa, correr, pernoctar no importaban. Cada paso era un alejamiento. Pero quedarse tampoco era una garantía. Lo único que necesitaban para llegar al final era cerrar los ojos. Cuando lo hicieron, fue para exhalar el último respiro. Como siempre, tarde. 
Pobres bastardos. 

No hay comentarios: