sábado, 14 de mayo de 2011

Fulana y la desaparición.


Una a una, fue devolviendo las cosas a su lugar.  Comenzó arrancándose el cabello; siguió con la piel, que rastrillaba hasta sangrar; después, desconectó sus músculos como a una máquina vieja, o un motor; continuó con los tendones: producían un sonido de globo estirado, música de caída; luego, descoyuntó sus huesos hasta quedar reducida a un tronco, la rama derecha alzada hacia la nada . Al final dejó el corazón y sus terminales nerviosas. Por ningún motivo quería que la gente creyera que estaba desesperada o que, su acto de desaparición era también un acto descorazonado. 

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