domingo, 22 de mayo de 2011

Siete cuchillos sin filo.

I
Ella es un ala que comienza a crecer de los muros, de los cables y los cristales. Incuba su cuerpo en una gota de litio. Ahora, vuela. En el nombre lleva el cielo, en su nombre también la noche se vuelve un nido de cristales. La llamaré musa negra o señora de vidrio. Ella vendrá. Ya viene. Sé que se asoma porque afuera el cielo es gris.
II
Leo su libro. El que firmó con la boca. Me toca con palabras. Me alejo de él pero sus alfileres, una a una, comienzan a significar mi sangre.
III
Lo obsceno es que no es metáfora: se ha vuelto el rito veloz de la escafandra. Algo que sumergido recobra la claridad del aire.
IV
Hay miradas habitadas por diablos infantiles. Suceden a intervalos, tales intervalos ocurren en el jadeo. No te mataran.
V
Los demonios se tienden a mirar el techo. Bajo una máscara blanca, en aquella habitación circular, con el eco de un piano.
VI
Ocasionalmente, además de las cicatrices, los tatuajes también se acuestan a dialogar sobre sus puntadas.
VII
Algunos vamos entre brazos, quizá porque al dar brazadas volvemos a la ciudad un mar, o quizá porque ante la imposibilidad de ahogarnos en ellas, manoteamos hasta desfallecer. Ella le teme al mar.

1 comentario:

CCH dijo...

Clap,Clap!!