miércoles, 24 de agosto de 2011

El cuerpo y la sombra.

Se levantó de su sombra sin hacer ruido. No flotaba. Una inercia particular y desconocida propiciaba su desplazamiento. Cuatro paredes, un piso, un techo, no son un lugar: son el epicentro de una contención, la del cuerpo. El cuerpo, sin sombra, se hizo sombra. Comprendió que esa mancha de la que se desprendía fungía como una retícula precisa que marcaba, sin lugar a dudas, su posición en un punto determinado. Cosas simples: la equis que, partiendo del centro a la periferia indica una coordenada: la del ser y estar. No obstante, el cuerpo sin sombra y la sombra sin cuerpo sabían que, el dato ocultaba una realidad superior: todo desplazamiento no es más que un ir y venir del centro a la nada y de la nada a la periferia. De tal forma que, desengañados emprendieron el camino de regreso. 
La sombra se tendió en el suelo y espero a que el cuerpo, con un movimiento ligero, se reincorporara a ella. Le llamaron amor a tal hecho. Suspiraron. Durmieron.

1 comentario:

Isra dijo...

Supongo que somos indivisibles, en cierto punto...
Podemos ser sin brazos, sin piernas, sin ojos o sin nariz u orejas, pero no sin sombra... Entendible aunque curioso.